Un blog chapucista, de fumadores, y de derechas

domingo, 20 de junio de 2010

Piezas de coleccionista

El sustantivo "libro" parece en ocasiones un traje demasiado pequeño para una magnitud inconmensurable. Dos mas dos no siempre son cuatro. Cada uno ha encontrado sus joyas literarias en particular; maravillas que poseen la facultad de introducirse silenciosamente en nosotros y no abandonarnos jamás. Verdaderas inyecciones de luz.

Con vuestro permiso, citaré algunos de los títulos que más han significado para mí. ¿Qué tal si me echáis una mano mostrándome vuestra colección particular?

(Muchas, muchas felicidades a todos los licenciados. Si algún día me paso por Altea, buscaré vuestras huellas).

Trópico de Capricornio, de Henry Miller. En este blog se ha propuesto un acertado título para un género literario que, de hecho, tiene una larga e influyente tradición en la historia de la literatura: "el vómito existencial". En ese terreno, Miller era un auténtico emperador. Su inimitable prosa lleva la audacia, la desvergüenza, el patetismo y la honestidad artística hasta las últimas consecuencias. El cuadro resultante es una crudísima fusión entre realidad y ficción. Un rara avis tan devastadoramente atrevido que traspasó las barreras de la censura y de la supuesta exclusividad underground.

La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. La novela que salvó mi vida (no creo que interese saber por qué), y en mi opinión, lo más cercano a la perfección novelística. A sus veinticinco años, Mario daba un brillante pistoletazo de salida a lo que a la postre sería una carrera literaria tan prolífica como inmaculada. Cada uno de sus libros supone un nuevo reto, una nueva ruptura temática y estilística con respecto al anterior, una nueva gema.

El ruido y la furia, de William Faulkner. Creo que, hasta que este libro no pasó por mis manos, no tomé conciencia de cuantas posibilidades narrativas ofrecía la prosa. Faulkner desguaza el tiempo y el espacio, abriendo paso a una nueva percepción del interior del ser humano. Prohibido leerlo con ruido de fondo.

Tres rosas amarillas, de Raymond Carver. O cualquier otro libro de relatos de este espléndido narrador; me da lo mismo. En realidad, la gran mayoría de obras literarias subordinan el quid de la narración en favor de un punto de vista o un uso determinado de lenguaje; pero el realismo de Carver es directo, crudo, casi un bosquejo. A veces, las más grandes historias residen en vidas grises y miserables. Carver lo sabía.

Esculpir en el tiempo, de Andrei Tarkovski. Considero al ruso como uno de los pocos y verdaderos genios que ha dado la historia del cine. Empecé a leer el libro pensando que sería un tratado sobre su vida y su obra, pero me encontré con una aproximación casi filosófica a la verdadera profundidad del arte; una disertación sobre la función del artista y su legítima función en el mundo. Revelador. Cada vez que leo unas pocas páginas me siento un hombre nuevo.

Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury. La única y verdadera joya en toda esta lista. El libro duerme conmigo noche tras noche. Y en momentos difíciles me obligó a mirar al frente y recordar que, después de todo, amo la vida. C'est fini.

3 comentarios:

Un humilde redactor dijo...

Recuerdo, Lars, que me mencionabas que Gabriel García Márquez era un gran escritor, o el escritor que más te gustaba y que El coronel no tiene a quién le escriba, creo (o era Memorias de mis putas tristes... siempre me confundo entre Aponia y tú) era un libro que te había marcado.

Un saludo de un no-licenciado! xD

Ferran Vega dijo...

Jaja, sí, García Márquez es otro narrador al que adoro. Debí hablarte de "Memoria de mis putas tristes", pues el otro no lo he leído aún. Tantos libros que nos quedan por leer, compare...

¿Cómo que no-licenciado? ¿Qué me he perdido? xD. ¡Abrazos!

Serril dijo...

Tantos libros que da ganas de no leer nunca más porque nunca los habrás leido todos (o todos los que te gustaría)