Un blog chapucista, de fumadores, y de derechas

viernes, 17 de octubre de 2008

- Paisaje- (Nuestros nombres)

En lo alto del cerro, junto al chopo mayor, Ilitia lanza racimos de pienso a una góndola que recita versos de Keats. Ella tiene un morral adosado a la cintura; y se asoman, como si nos guiñaran un ojo indiscreto, vestigios de Nietzsche, Hume y un compilatorio de García Márquez. Alguien se aproxima,

el Humilde Redactor enfila un flanco de la colina. Se ha quitado las lentes y trae consigo los ecos de Bunbury, los Trogloditas, tibios borrones que revolotean por detrás de su cuello. Recoje las memorias de un autobús al paraíso, una corriente agria con efervescencia de Altea, un traje de Don Quijote en la sala de actos del Lloixa. Milagros. Los pies desnudos dejan un tenue rastro que retrocede al malecón;

entre dos rocas húmedas, un lápiz danza sobre un papel convertido en pergamino. En ese amarillo de los meses, surge un alocado remolino de visiones, roces, susurros. Lars apoya el lápiz en su labio inferior y tamborilea sobre el papel tembloroso, mientras contempla a la benjamina y al bohemio – así los bautiza en su delirio improvisado-. Después tuerce la vista al vértigo del acantilado,

donde Marquitos acaricia una guitarra que vibra al son del un bello atardecer. El horizonte tiene el color de un Blues y respira con honda tranquilidad. Salvo algunas mariposas, espejos del arcoiris, nada más se mueve.

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